jueves, 10 de abril de 2008

EL CONEJO EN LA LUNA

Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre.

Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos.

Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.

¿Qué estás comiendo? le preguntó.
Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
Gracias, pero yo no como zacate.

¿Qué vas a hacer entonces?
Morirme tal vez de hambre y de sed.

El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo:
Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.

Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:
Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.

Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo.

Después, el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.

Desde entonces, cuando hay luna llena, se aprecia la figura de un conejo en su interior.