domingo, 17 de febrero de 2013

LA VIEJA SIRENA




Glauka es ahora una vieja sirena que, jubilosa por la gracia recibida, se inclina con apasionado fervor, besa reverente el umbral de la gruta, eleva su agradecido corazón a la Eterna, la que pervive con diferentes nombres, la Madre de sucesivos dioses, el gran  Útero, origen sagrado de toda vida.


La vieja sirena se arrastra con las manos, tal como subió  la escala aquella remota noche y se sorprende al recordar. Tiene memoria y comprende que no la ha perdido porque sigue siendo súbdita del tiempo y de la muerte. Contemplando el mundo sublunar se da cuenta de que  aquella catarata que la arrebató  al convertirse en mortal acaba de petrificarse. La nube se desplaza, sí, en lo alto, la punta de los cipreses se balancea, pero son movimientos de durmientes, balbuceos inexpresivos. Lo mismo ocurre en sus ríos interiores: La sangre, la linfa, sus humores siguen sin duda corriendo al impulso del tiempo, pero apenas los perciben los ahora los torpes sentidos de Glauka.

Y entonces la vieja sirena tiene prisa…

Texto extraído de la novela la vieja sirena.
José Luis Sampedro


Fotografía de Jurema