martes, 26 de febrero de 2008

MUTILACION



"Tenía 10 años cuando mi abuela me dijo que me llevaba al río para realizar una ceremonia de iniciación. Insistió en que cuando terminara me darían muy bien de comer. Yo era muy pequeña y no tenía ni idea de lo que iba a pasarme. Cuando llegué a aquel lugar escondido entre unos matorrales, junto al río, fui desvestida. Me taparon los ojos y me quitaron la ropa completamente. Fui obligada a tumbarme. Cuatro mujeres sujetaban mis extremidades, mientras otra se sentaba en mi pecho para evitar que me moviera. Me colocaron un trozo de tela en la boca, y entonces... me cortaron. El dolor era insoportable. Como me resistía e intentaba levantarme, perdí mucha sangre. Por supuesto, no me dieron ningún tipo de anestesia ni calmante para el dolor. La operación me produjo una hemorragia que me provocó una fuerte anemia. Durante mucho tiempo, cada vez que orinaba me dolía. A veces trataba de aguantar las ganas, por el miedo que me producía el dolor. Sufrí también infecciones vaginales. El corte me lo hicieron con una simple navaja"

. Este es el testimonio de Hannah Koroma, una mujer de Sierra Leona que sufrió en sus propias carnes una práctica todavía habitual en muchos países de África: la mutilación genital femenina.


"Me duele la necedad, la intolerancia y, especialmente, la manipulación. (...) Advertirles de que cuando oigan hablar de tradición, patria, raíces, identidad, lengua o del único Dios verdadero, sea éste cual sea, echen a correr como alma que lleva algún buen diablo. Recomendarles que defiendan el don más preciado, quizás el único verdaderamente importante a nuestro alcance: la libertad"

(Fernando Jiménez del Oso).

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