Lo primero que hay que saber acerca de las hierbas mágicas, son las siete plantas sagradas de la mágica Noche de San Juan: salvia, aquilea milenrama, crisantemo de los prados, hiedra terrestre, rusco, artemisa e hipérico. El siete es un número muy importante para el Ocultismo de varias culturas antiguas, especialmente en la Mesopotámica, en la Egipcia, en la Judía y en la Musulmana. Para la Cristiana, tampoco carece de importancia, y tenemos el ejemplo de los siete Patronos: Santiago en España, San Dionisio en Francia, San Jorge en Inglaterra, San Andrés en Escocia, San David en Gales, San Patricio en Irlanda y San Antonio en Italia. La salvia procede del latín salvare (salvar), por sus virtudes curativas, pues es la planta de la longevidad por antonomasia. Se cuenta que existen ejemplares de esta planta que se vinculan a una determinada persona, floreciendo o marchitándose según la suerte de ésta.
La milenrama, también llamada aquilea por el héroe griego Aquiles, que curó con ella las heridas de Télefo, rey de Misias, es cicatrizante y comestible en ensaladas cuando está tierna. Es usada por las brujas asturianas, las cuales se preparan infusiones de esta planta para potenciar sus poderes adivinatorios.El crisantemo de los prados tiene las raíces comestibles, y sus hojas picadas sirven para aromatizar dulces. Da una flor blanca grande y solitaria, apreciada para adornar las coronas. Simboliza el Sol, la perfección, la inmortalidad.La hiedra terrestre es medicinal y comestible. Se usa triturada para invocar a determinados espíritus de la naturaleza. Crece en bosques frondosos caducifolios, y se desparrama por los suelos, dando flores con forma de embudo y color violeta pálido. No se debe confundir con la hiedra trepadora, cuyas flores son de color verde amarillento, y sus bayas negro azuladas son venenosas.
El rusco, derivado del latín bruscus y del celta beuskelen, forma unas extrañas matas de color verde lustroso, con unas bayas encarnadas comestibles pegadas al tallo. La rareza es que sus hojas elípticas y puntiagudas, son en realidad tallos ensanchados y aplastados. Los brotes jóvenes del rusco, forman unos vástagos con un penachito de hojas en su punta de sabor algo amargo, pero más nutritivos que los espárragos. Con las semillas de las bayas, molidas previamente, se puede preparar una infusión diurética. La artemisa, dedicada a la diosa griega Artemisa, hermana de Apolo, llamada por los romanos Diana Cazadora, es una planta medicinal especialmente indicada para las molestias de la mujer. Se usan sus tallos como infusiones. Con ella se trenzaban figuras antropomorfas como protección mágica en las puertas de las casas, y se fabricaban flechas para lanzarlas a los cuatro puntos cardinales, a modo de conjuro contra los malos espíritus. Las curanderas usan sus hojas contra las picaduras.
El hipérico (de Hiperión, nombre griego del dios Sol) o herba de San Juan es una planta de flores amarillentas que crece en las laderas de los montes asturianos. Es precisamente su color dorado el que la vincula especialmente con el Sol, y por ello, la noche ideal para su recolección es la de San Juan, pues es en ella cuando la fuerza solar está en su apogeo.
Cuenta la leyenda que tras ser decapitado San Juan Bautista, varias gotas de su sangre cayeron al suelo e hicieron germinar esta planta: Por ello, cada vez que estrujamos los pétalos de esta flor, surge un líquido rojo que es la sangre misma de San Juan, que posee grandes poderes mágicos y curativos. Con ella se curan las depresiones y se ahuyentan los malos espíritus, puesto que San Juan es, al igual que San Jorge, la representación de la luz divina que baja a la tierra a derrotar a las fuerzas de las tinieblas. Todas estas plantas han de ser recogidas en la noche de San Juan, disecadas y guardadas en frascos herméticamente cerrados para su uso durante el resto del año.
Mágia Celta
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