martes, 23 de septiembre de 2008

MUNDO CAMBIANTE

Todo cambia. Nada permanece inmóvil, todo está en constante vibración expresa la filosofía hermética, la cual nos ha llegado desde el antiguo Egipto. Si todo está en movimiento y nada permanece en reposo entonces para qué angustiarse.
De lo dicho: si perdemos al ser más querido, ese día será muy doloroso y se surge ante nosotros un abismo por la muerte del familiar. Pasan los días y nuestra alma sufre su ausencia.
Pasan los meses y se comienza a tranquilizar. Pasa un año, y el recuerdo del ser querido comenzó a esfumarse. Después de unos tres años, todo ha desaparecido, la ausencia, pena, recuerdos, todo se desvaneció. Lo que significa que todo es relativo.

Otro ejemplo, tú eres una persona descollante. Existe la impresión de que eres insustituible en el ámbito familiar, en el espacio público. Y te llegó la hora de partir de este mundo. La gente repite la consabida frase: una pérdida irreparable. A las pocas semanas, todos los vacíos que dejaste están cubiertos.
Todo sigue funcionando como si nada hubiera sucedido.
Cuando amanece y llega el periódico, tú abres y quedas abrumado por las noticias de los sucesos de tu ciudad, país y del mundo. Al día siguiente, de nuevo te sientes estremecido por la serie de noticias fatalistas. Las noticias del día anterior ya no te impactan. Al tercer día, la prensa da cuenta de nuevos horrores que vuelven a impactarte profundamente. Las noticias de los dos días anteriores ya se esfumaron. Nadie se acuerda de ellas. Y así día tras día. Todo fluye, como las aguas de un río; que pasan y no vuelve.

En síntesis, aquí no queda nada, porque todo pasa.
Absolutamente los acontecimientos de cada día, de cada instante; pero comprobamos una y otra vez que todo es tan relativo. Por tanto ¿Qué sentido tiene sufrir hoy por algo que mañana no será? La gente sufre a causa de su miopía, o mejor aún, porque están dormidos.
Aplica esta reflexión a tu vida familiar, y veremos que aquella tremenda crisis familiar del mes pasado ya pertenece a la historia; y el susto que hoy te domina, un mes después sólo será un recuerdo.
Sentados frente al televisor nos deprimimos por los sucesos políticos, los campeonatos, competencias, la crónica roja y la desinformación.
Mientras vamos mirando el noticiero nuestro estado de ánimo sube o baja como si en cada momento se jugara nuestro destino eterno. Pero no hay tal: todo es efímero como el rocío de la mañana.
Nada permanece, todo pasa, entonces ¿Para qué angustiarse? Todo es inconsciente, pasajero. Por tanto el secreto es reducirlo todo a su dimensión objetiva.

Todo lo que sucede en el mundo y nuestro alrededor está marcado con el signo de la transitoriedad. En la historia, toda parece, resplandece y desparece, nace y muere, viene y se va. Las ilusiones del “yo” y los sentidos exteriores nos ofrecen como real, lo que en realidad es ficticio.
Es necesario salir del error y de la tristeza: el error de creer que la apariencia es la verdad, y de la tristeza que el humano experimenta al palpar y comprobar que lo que creía no era sino una sombra vacía.
Hay que tomar conciencia de la relatividad y así ahorrar energías para tomar vuelo y elevarse por encima de las emergencias atemorizantes, e instalarse en el fondo inmutable de la presencia de sí, del autocontrol y la serenidad; y, desde esta posición, balancear el peso doloroso de la existencia, las ligaduras del tiempo y el espacio, la amenaza de la muerte, los impactos que le vienen al humano desde lejos o desde cerca.

La vida es movimiento y combate y las armas son la paz y la pasión para luchar contra la angustia.
Y el humano para que pueda disponer de la pasión y la paz necesarias para levantar un mundo de amor debe estar libre de tensiones y bañada de serenidad.
Así que siempre que estés dominado por las angustias, pongamos a funcionar este resorte: relativizar.
VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
M.·.M.·. Año 5.768

R.E.A.A.

No hay comentarios: